El Calvario Dental de Luis XIV, Rey de Francia
Luis XIV, el “Rey Sol”, fue el monarca más poderoso de su época. Su reinado, el más largo en la historia de Francia, estuvo marcado por la opulencia de Versalles, la construcción de un imperio y un estricto ceremonial que regía cada aspecto de su vida. Sin embargo, detrás de la fastuosa fachada, el rey padecía un sufrimiento constante y silenciado: un calvario dental que, según los relatos de la corte, se volvió tan severo que una extracción le perforó el paladar, un evento traumático que revela la brutalidad de la odontología del siglo XVII, incluso para la realeza. La historia oral de la corte francesa, junto a las notas de médicos reales, pintan un cuadro de una salud bucal en deterioro. Luis XIV, a pesar de ser un ícono de la higiene personal para su tiempo (se bañaba con regularidad, a diferencia de muchos de sus contemporáneos), sufría de problemas dentales crónicos, probablemente agravados por una dieta rica en azúcar.
Se le describía con una mandíbula inflamada y una dentición en mal estado, plagada de caries y abscesos. El dolor debía ser insoportable. En un intento por aliviar su agonía, los cirujanos reales realizaron una extracción. Pero a diferencia de los procedimientos de hoy, esta no era una simple visita al dentista.
En el siglo XVII, la odontología era una práctica poco profesionalizada, a menudo ejercida por barberos o “sacamuelas” itinerantes. No existía la anestesia; el dolor se mitigaba con alcohol o, más a menudo, con nada en absoluto. Los instrumentos eran rudimentarios: alicates conocidos como “pelícanos” o “llaves dentales”, que se usaban para arrancar el diente de la encía, a menudo con una fuerza considerable y sin preocuparse por los daños colaterales. La leyenda cuenta que durante una de estas extracciones, el cirujano real, en su intento por sacar una muela o un molar infectado, aplicó tanta fuerza que no solo extrajo el diente, sino que fracturó parte de la mandíbula y perforó el paladar del Rey. El rumor, que ha perdurado en el tiempo, sugiere que la herida fue tan grave que tuvo que ser cauterizada con un hierro al rojo vivo, y dejó un orificio permanente que permitía el paso de los alimentos desde la boca hasta la cavidad nasal, afectando severamente su salud y su calidad de vida.
La experiencia del Rey Sol subraya una verdad más amplia sobre la odontología de la época. Incluso en el pináculo del poder, el monarca estaba a merced de técnicas empíricas y dolorosas. La cirugía era una profesión respetada, pero la odontología era vista como una rama menor, una tarea manual, casi una forma de tortura necesaria. La historia de la extracción de Luis XIV no solo es una anécdota macabra, sino una ventana a un pasado en el que el poder y la riqueza no podían comprar el alivio del dolor y la ignorancia médica. Un simple dolor de muelas podía ser, incluso para un rey, una pesadilla de la que no había escapatoria.
Este evento trágico tuvo una consecuencia no menos dolorosa para el Rey Sol. La herida supurante se convirtió en una constante fuente de infección, y los médicos de la corte se vieron obligados a extraerle todos los dientes del maxilar superior. Se cuenta que, al lavarse la boca, el agua salía por su nariz, un recordatorio constante de su herida.
Esta condición debilitó considerablemente su salud a lo largo de los años. La historia de Luis XIV demuestra cómo, incluso en los escalones más altos de la sociedad, la ciencia médica de la época era a menudo tan peligrosa como la enfermedad misma, dejando cicatrices que ni la gloria de un reinado eterno podía borrar.