El Misterio de los Dientes Explosivos
En los anales de la medicina y la odontología del siglo XIX, se esconde un capítulo tan insólito como escalofriante: el de los “dientes explosivos”. Lo que a primera vista podría parecer un relato de ficción gótica, fue una serie de casos documentados en Estados Unidos donde, para asombro de pacientes y médicos, algunas piezas dentales literalmente estallaban en la boca, causando conmoción y un enigmático alivio.
El primer caso registrado que captó la atención de la comunidad médica ocurrió en 1817 con un clérigo de Pensilvania, conocido solo como el Reverendo D.A. Atormentado por un dolor de muelas insoportable, el Reverendo probó todo tipo de remedios caseros sin éxito. De repente, su diente, un canino superior derecho, explotó con un ruido similar al de un disparo de pistola, pulve- rizándose en pedacitos. Lo más sorprendente fue el alivio inmediato y total que siguió a la detonación. Este incidente, aunque aislado al principio, sentó un precedente perturbador.
Décadas más tarde, en 1855, una mujer identificada como Letitia D. sufrió un episodio similar. Después de un prolongado y agonizante dolor de muelas, su diente estalló violentamente, dejándola aturdida pero, al igual que el Reverendo D.A., instantáneamente aliviada. Otro caso notable fue el de la señora Anna P.A., también en 1855, cuyo colmillo superior izquierdo explotó de manera repentina y aguda, trayéndole un alivio similar. Estos fenómenos, que desafiaban la comprensión médica de la época, fueron documentados por dentistas como W. H. Atkinson en la prestigiosa revista Dental Cosmos. Atkinson, en su intento por encontrar una explicación, propuso dos teorías iniciales. La primera sugería la acumulación de una misteriosa “calórica libre” en la pulpa dental que, al alcanzar cierta presión, provocaría la explosión. Sin embargo, esta teoría fue rápidamente descartada por falta de sustento científico. Su segunda hipótesis, más plausible, planteaba que la acumulación de gases dentro de un diente cariado podría ser la causa. La caries profunda, al descomponer la estructura dental, podría generar gases que, al no tener una vía de escape, acumularían presión hasta fracturar la pieza.
El misterio se profundizó en 1871, cuando el dentista J. Phelps Hibler relató el caso de una joven a quien un molar le explotó con tal fuerza que la dejó inconsciente y sorda por varios días. Este suceso, más allá del simple alivio del dolor, evidenciaba una potencia explosiva considerable. La ausencia de empastes en varios de los dientes afectados hacía que las teorías sobre la interacción de metales (electrólisis) también fueran difíciles de sostener, aunque algunos expertos de la época las consideraron.
A pesar de los avances en la odontología moderna, los “dientes explosivos” del siglo XIX siguen siendo un enigma sin resolver por completo. Si bien la teoría de la acumulación de gases por caries profunda es la más aceptada, la rareza extrema de estos casos y la falta de pruebas definitivas sobre su mecanismo exacto mantienen viva la curiosidad. La fragilidad de los dientes debilitados por la caries, sumada a las condiciones de la higiene bucal y los materiales dentales rudimentarios de la época, pudieron haber contribuido a crear el escenario perfecto para estas inusitadas detonaciones.
Hoy en día, con los vastos conocimientos y las herramientas de la odontología contemporánea, la idea de que un diente explote espontáneamente suena a un mal sueño. No obstante, el “misterio de los dientes que explotan” nos recuerda la fascinante y a veces aterradora historia de la medicina, y cómo la ciencia se abre camino a través de lo inexplicable. Es un testimonio de que el cuerpo humano, incluso en sus aspectos más cotidianos como una simple muela, puede guardar sorpresas inesperadas.